Os dejo aquí la carta ganadora del certamen "Antonio Villalba de cartas de amor" 2004, de Susana López Rubio.
Hace años que la leí y me impactó, por su originalidad y por resaltar aquéllo que olvidamos arrastrados por la convicción de que todo es para siempre.
Las cosas sencillas son las que prevalecen al final, sea cuál sea.
Estimada Cristina:
Ayer recibí una misiva de tu abogado donde me invitaba a
enumerar los bienes comunes, con el fin de comenzar el proceso de disolución de
nuestro vínculo matrimonial. A continuación te remito dicha lista, para que
puedas solicitar la certificación al Notario y tener listos todos los escritos
antes de la comparecencia ante el tribunal.
Como verás, he dividido la
lista en dos partes. Básicamente, un apartado con las cosas de nuestros cinco
años de matrimonio con las que me gustaría quedarme y otra con las que te puedes
quedar tú. Para cualquier duda o comentario, ya sabes que puedes llamarme al
teléfono de la oficina (de ocho a cuatro) o al móvil (hasta las once) y estaré
encantado de repasar la lista contigo.
Cosas a conservar:
-
La carne de gallina que salpicó mis antebrazos cuando te vi por primera vez en
la oficina.
- El leve rastro de perfume que quedó flotando en el
ascensor una mañana, cuando te bajaste en la segunda planta, y yo aún no me
atrevía a dirigirte la palabra.
- El movimiento de cabeza con el que
aceptaste mi invitación a cenar.
- La mancha de rimel que dejaste en mi
almohada la noche que por fin dormimos juntos.
- La promesa de que yo
sería el único que besaría la constelación de pecas de tu pecho.
- El
mordisco que dejé en tu hombro y tuviste que disimular con maquillaje porque tu
vestido de novia tenía un escote de palabra de honor.
- Las gotas de
lluvia que se enredaron en tu pelo durante nuestra luna de miel en Londres.
- Todas las horas que pasamos mirándonos, besándonos, hablando y
tocándonos. (También las horas que pasé simplemente soñando o pensando en ti).
Cosas que puedes conservar tú:
- Los silencios.
-
Aquellos besos tibios y emponzoñados, cuyo ingrediente principal era la rutina.
- El sabor acre de los insultos y reproches.
- La sensación de
angustia al estirar la mano por la noche para descubrir que tu lado de la cama
estaba vacío.
- Las nauseas que trepaban por mi garganta cada vez que
notaba un olor extraño en tu ropa.
- El cosquilleo de mi sangre
pudriéndose cada vez que te encerrabas en el baño a hablar por teléfono con él.
- Las lágrimas que me tragué cuando descubrí aquel arañazo ajeno en tu
ingle.
- Jorge y Cecilia. Los nombres que nos gustaban para los hijos
que nunca llegamos a tener.
Con respecto al resto de objetos que
hemos adquirido y compartido durante nuestro matrimonio (el coche, la casa, etc)
solo comunicarte que puedes quedártelos todos. Al fin y al cabo solo son eso:
objetos.
Por último, recordarte el n º de teléfono de mi abogado
(914070485) para que tu letrado pueda contactar con él y ambos se ocupen de
presentar el escrito de divorcio para ratificar nuestro convencimiento.
Afectuosamente,
Roberto.