Esta mañana me he despertado
y el sol era un superviviente,
otro como yo, como también los sueños
que aún exhalaban vapor de madrugada,
un tibio suspiro, famélico de otros,
acompasando los latidos de la aurora.
He abierto los ojos, como un transeúnte
acariciando la conciencia,
con el deseo y el pesimismo
de renacer entre tinieblas
y resquebrajar el ataúd de los
minutos.
No estabas al otro lado del cristal,
como tantas otras veces cuando visitabas
mi agonía
con disfraz de lástima
y discursos ajenos,
no sufrían tus párpados ni tu boca
maldecía los desencuentros.
No había nada, sólo yo y una mañana
cargada de autismos y resaca, un porvenir
del tamaño de un insecto sobre la cómoda
y la misma frase al viento
ahogada en la garganta.
De "Abrazos proscritos", premio Serafín de Ausejo. Sevilla. 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario