En la noche
cuando los cipreses columpian a los muertos
bajo una luna de plástico,
cuando el silencio vomita manantiales
de versos insumisos
y las auroras van turnándose el tiempo
para no encandilar a las lechuzas.
En ese instante solo
en que la luz dibuja los contornos
de cuanto no existe,
donde un abrazo se yergue en catedral
y un rezo inventado devuelve toda fe
en los pasos perdidos.
En esa mazmorra de egos malformados
es cuando me nacen alas
y vuelo anárquica, rebelde,
a buscar caminos por tus párpados,
a besarte libre, sin más carga
que un corazón
y una flor contrahecha en los bolsillos.
Sólo allí me desdibujo para ser bosquejo,
línea,
mera bisectriz de un imposible
y
decirte que te amo.
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