Todo se desvanece,
el negro de la noche se desorienta al gris diurno
para confundir el tiempo, allí
donde el llanto abre grietas blancas
en las que descansar los párpados
y olvidar las desavenencias del alma.
La vida es una colmena sin dueño a estas horas,
una sopa de letras en distintos idiomas,
un ataque recíproco y desorganizado
de mi copa a tus labios y tu sed
a mis tierras de agosto.
La casa ambulante en que habito se desvanece,
las paredes de sombras hilvanadas
en las que una vez pinté un sol se desvanecen,
las armaduras, las carnes vivas, las contradicciones
con las que excusar mis mordiscos
se desvanecen.
Y es que hay lances en que la noche
llega tan fría y con ese olor de muerte a deshoras
que una no puede
sino cubrirse con la quietud de un péndulo
y confiar
mientras todo, alrededor, se desvanece.
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