Por derrochar la voz nos alejamos,
por mirarnos tan fuerte que la piel
se nos quedó sin ánimo,
por cincelar en el viento las palabras
que hoy bañan los labios del desierto.
Malgastamos demasiadas torpezas,
demasiados remiendos,
para vivir ilesos para siempre,
consumimos todas nuestras vidas
por voltear un segundo y hoy
las lápidas nos llenan los bolsillos.
Nos amamos los enigmas, desvelamos
los secretos más ocultos en poemas con remite,
debatimos nuestras ansias más salvajes
hasta domesticarlas sobre un edredón helado,
solitario y mutilado en su lado izquierdo.
Mas nunca nos entregamos, nunca
tuvimos el valor de descubrir el aroma
del hervor de un pecado en nuestras ingles,
nunca nos dimos al silencio
para modelar un beso entre sus grietas
ni esperamos el día con esa paz
de alma por los bordes.
Tal vez no sepamos querer, como quien dice.
Aunque hoy, después de tantos años,
sigo buscando la luna en los tejados.
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