Ahora que espero en las ventanas de la
tarde
amaneceres silvestres,
que los espejos no cierran sus persianas
y las manos, parapléjicas, rehabilitan
las caricias del pasado.
En este mismo instante en que las voces
vuelven a repoblar
el autismo de los cuartos,
que las almohadas se rebelan contra el
llanto
y los cristales ofrecen su epidermis
al tatuaje de un sol resucitado.
Es ahora cuando puedo volver a mirarte,
puedo
encontrarme en los tejados del tiempo
desplegando mis alas de escayola
y perderme en la inocencia
que me aguarda en los abismos.
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