Soy yo
la que busca los segmentos perdidos
en mitad del desierto,
la que se alimenta de fluorescencias
y persigue la luz entre las huellas
de este mundo ingrávido.
Yo la que escribo en las cornisas
los logros del día
para que se alimenten los pájaros
y esquiva la frescura de la lluvia
en las comisuras,
la que escribe sin idiomas
y recita del revés los eclipses del alma.
Sí, soy yo
la que no ha aprendido todavía
las distintas teorías de una línea recta
y circunvala las barandas de la estupidez,
la que no se conforma con palabras húmedas
y se encierra en las mil noches de un suspiro
para pensar en nada.
Qué vamos a hacerle si la piel me brilla
como el mármol blanco
y el corazón se me ha licenciado en lejanías,
si las esquinas se han cansado
de verme perder al escondite
y todos los intrusos caben
en mis alfabetos.
O cómo decirte ahora, tras esta retahíla
de sílabas en balde,
que soy yo la que juega, desde esta cárcel
de piel ensangrentada, con las fichas del tiempo
para amarte, que reinvento
segundos nuevos con los restos de horas indecisas
y el corazón se me ha perdido
entre péndulos y esperas.
Gracias por regalarnos este rincón.
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