Caminé
mucho tiempo tras mi sombra,
los
pasos indecisos, el miedo en la mochila
hasta
encontrarte,
me
perdí con la niebla del recuerdo
con los
ojos despacio, la inercia por brújula
y una
cicatriz en cada paso errante,
naufragué
en una acera,
me
vestí de amarillo con las hojas,
claudiqué
frente al viento.
Giré
hasta desplomarme de las riendas,
encontré
muchas veces un astro moribundo
en la
piel del insomnio
y lo
devolví al cielo,
escalé
muchos muros que se alzaron de pronto
en los
brazos fugaces,
corrí hasta
la salida más cercana al instinto
y hallé
por fin el norte, sin quererlo.
De un
cuento inédito en mis ansias
te
nacieron susurros,
en su
moraleja el beso repetido,
de sus
dibujos brotó la tez de un sueño,
de su
ternura la sed de dos fronteras
por
beberse.
Caminé
mucho tiempo sin moverme,
creyendo
que ese círculo tangente a mí
era
final de océano, espejo,
hasta
encontrarte,
mirada
transparente desvelándome el mundo,
lienzo
de amor donde esbozarnos.
Nunca
pensé la luna, sólo el rayo,
y hoy
me deletrea sus mareas
en las
manos.
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