Cuando
la noche es acueducto, teorema
en que
la longitud aletea como un pájaro
y las
manos famélicas desafían
los
estados de agregación de la materia.
En esa
niebla espesa
donde
sólo un susurro sabe abrirse camino
y las
miradas son placas tectónicas,
donde
el recuerdo es trinchera y el ansia templo,
donde
el otoño albufera,
allí te
espero,
con la
misma sed de náufrago del primer beso,
la
silueta torcida
y un
racimo de lluvia entre los labios.
Para
ser geometría inexacta te espero,
para
errar de nuevo y darnos la espalda
un
segundo antes del relámpago,
para
decirnos sin voz
mientras
el corazón grita su destiempo.
Con el
mismo amor sin rostro
y el
cauce dispuesto,
la boca
y el corazón a oscuras,
así te
espero,
con una
cicatriz translúcida hecha abismo
y el
miedo en la puerta,
con
simientes en los ojos y una sábana blanca,
recién
planchada,
en los
bordes del alma.
En esa
gota de lluvia herida en el cristal
y
acosada de aliento,
allí,
desnuda
nuevamente al olvido,
te
espero.
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