Te
diría una ventisca,
la
rabia de una espada agrietando
su raíz
de piedra,
un
olvido poco hecho.
Las
palabras ya no cuentan,
no
sirvió aquella súplica esdrújula
ni la
conjugación en presente de mi llanto
para
romper tu cáscara,
dejaron
de importarte los susurros, las canciones,
todo
cuanto fuera capaz de acariciarte.
Dejamos
de sernos
como
escancia la luna sus últimas gotas
en las
noches a solas
o un
dolor caminando a la par de ese infinito
que
llevara tu nombre.
Aquí,
ahora,
derramando
este penúltimo otoño entre las sábanas
antes
de dormirme,
sin voz
que ofrecerte y una nostalgia rancia
en la
mirada, vuelvo a abrazarte,
un solo
instante,
casi
sin querer,
mientras
ruge la tormenta en los cristales.
Puedo decirte, María José, que redescubrirte ha sido una sensación muy parecida a la que tuve cuando volví a encontrarme con Vicente Martín, te lo digo porque es un poeta grandísimo, porque he leído la cita y porque volví a encontrarlo después de haberlo perdido. Yo no sé lo que tiene la poesía pero apenas deja la oportunidad de que se la trate bien, es un privilegio que otorga a unos pocos, ahí te veo con claridad, supongo que he encontrado en tus poemas versos magníficos que se prestan a citas oportunas.
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