Soy yo
la que busca los segmentos perdidos
en mitad del desierto,
la que se alimenta de fluorescencias
y persigue la luz entre las huellas
de este mundo ingrávido.
Yo la que escribo en las cornisas
los logros del día
para que se alimenten los pájaros
y esquiva la frescura de la lluvia
en las comisuras,
la que escribe sin idiomas
y recita del revés los eclipses del alma.
Sí, soy yo
la que no ha aprendido todavía
las distintas teorías de una línea recta
y circunvala las barandas de la estupidez,
la que no se conforma con palabras húmedas
y se encierra en las mil noches de un suspiro
para pensar en nada.
Qué vamos a hacerle si la piel me brilla
como el mármol blanco
y el corazón se me ha licenciado en lejanías,
si las esquinas se han cansado
de verme perder al escondite
y todos los intrusos caben
en mis alfabetos.
O cómo decirte ahora, tras esta retahíla
de sílabas en balde,
que soy yo la que juega, desde esta cárcel
de piel ensangrentada, con las fichas del tiempo
para amarte, que reinvento
segundos nuevos con los restos de horas indecisas
y el corazón se me ha perdido
entre péndulos y esperas.
"...es que esto de escribir es un dolor que nos viene horadando de continuo, que nos nace de pronto como nace de nuevo un corazón que estaba muerto..."
"Vicente Martín Martín"
"Vicente Martín Martín"
jueves, 16 de mayo de 2013
miércoles, 8 de mayo de 2013
Sólo podré quererte
Solo podré quererte cuando la noche asome,
cuando la rutina se beba nuestras alas
y las acuarelas dejen, por un instante,
de reinventarse a sí mismas.
Cuando los trajes colgados
empiecen a desprender silencios putrefactos
y las banderas intercambien sus escudos,
cuando la cama se reduzca a un monasterio
con salones inmensos
y se recoja en diez tomos de una enciclopedia
la lentitud de una lágrima.
Cuando el mundo deje de ser mundo
solo podré quererte, engendraré
segundos nuevos con las heridas de un granizo
para poder besarte,
levantaré ciudades con tu voz
allí donde las epidemias de olvido hayan acabado
con la última ceniza
y esperaré con un pétalo en los dedos
la vuelta de todos los trenes.
Solo podré quererte
aunque tú entonces hayas dejado de hacerlo
y estés tan lejos
que la lluvia no huela de la misma forma.
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