Ahora que se duermen las aceras y nos cabe
la madrugada en un vaso,
que la cama es temblor y tras los ojos
se superponen todas las miradas,
que te vas evaporando bajo los sueños líquidos,
como una estación de tren desordenada
en mitad de un olvido
en blanco y negro.
Ahora es cuando hueles a hogaza recién hecha
y tus manos se derraman por los bordes,
cuando eres cientos y el viento en cada una
llevándose un deseo para bailarlo lejos,
el mundo se engalana de certezas
y el camino
desenreda sus curvas con tus pasos.
La noche tiene algo además del abismo,
la fuerza y el deseo de saltarlo
y no sobrevivirlo,
unos escalando,
otros hacia el fondo,
otros, simplemente,
esperando.
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