Tu sueño es una estatua en el
jardín
de espaldas a la puerta,
mordida por el tiempo y los
gorriones,
herida por la hiel de los
inviernos
que hicieron de su rostro
lienzo inhóspito.
Trasluz en primavera de
arreboles en celo,
sumergida su ascua renacida
en delirio perpetuo.
La vida no fue lo que pensabas
o quisieron contarte,
no hay castillo de arena que
soporte las olas
cuando la sed las yergue,
ni piel lo suficientemente
gruesa
para vencer la muerte.
En algún momento soñaste
catedrales,
viste en ti
ese arbotante imprescindible
y, de repente, tu mundo es un
jardín
atestado de rosas en ruinas y
un banco,
sin color definido,
jurándole al atardecer una
revancha.
No,
no pensabas que la vida era
esto,
pero el reloj no para
ni el corazón tampoco.
Y esa estatua de ojos
insondables
te desdice al mirarla,
te sonroja y señala
con sus dedos de nadie.
Solamente tú sabes lo que
sienten los pájaros.