Sé bien
de los ríos, del viento,
de todo
cuanto pasa y se dispersa,
de
párpados cerrados explorando el insomnio
en
busca y captura del escalofrío.
Sé de
cuanto duele, de temblor,
de
vacío,
de
despedidas que no fueron realmente,
de
arrecifes inversos,
de esperas
redondas.
Sé de
ti,
de la
lluvia que fuiste, del tiempo
que vas
pisando en cada huida,
de la
ceniza que guardas en los labios,
de tu
espalda pequeña,
del
olor a cristal de tus abrazos,
de tus
susurros de piedra.
Sé bien
de tantas cosas a ras del suelo,
de
tantas sábanas ásperas, de tantos trajes,
que he
olvidado quién soy.
Ahora
me columpio con las horas
como
rama descalza,
sin
camino ni horizonte a la vista,
con los hombros desnudos
y una
huella sin rostro en la maleta.
Voy
tras de mí, buscándome
en un
sueño que no me pertenece,
pisando
sobre los pasos perdidos,
hasta
aprender de nuevo
cuanto
quisiera olvidar por siempre.
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