Es triste escuchar la lluvia
con sed
de domingo transnochado y no mojarse,
soñar
con ese
tiempo en sepia bajo la vez primera
y no
encontrar en su péndulo el temblor exacto
de aquellos
labios vírgenes,
abrir
las manos y perder un océano
mientras
los pájaros sobrevuelan esa orilla
Trágico
el baile de un “te quiero” al borde de los labios
que
resbala hacia dentro, la caricia
sin
hogar a la vista, el perdón
que
caduca aburrido en el estante
de las
cosas pendientes,
la
sonrisa con libro de instrucciones,
el amor
con chubasquero.
Triste
no tener una excusa que inventarse en segundos
si te
llama una lágrima para quedar contigo,
una
agujero inmóvil en la tierra donde esconderte a ratos,
un
hombro en que apoyarte construido de silencios
y ese
calor que brinda el frío
bajo las
mantas.
Hoy he
hecho inventario de mi vida,
el debe
y el haber son dos estatuas
luchando
por contarse, los años
un
lienzo que pasa tan deprisa que no deja pintarse,
he
mirado hacia atrás y he visto a una niña
robándose
un pomelo de los árboles
como un
tesoro amargo desmentido en la boca,
he
visto su prisa por llegar hasta a mí,
hasta
este instante extraño que no fuera en sus planes,
y el
quejido de un árbol se ha asomado a mis ojos
como su
llanto antiguo.
Es
triste ser pasaje de un destino que no sabe esconderse,
que
sostiene los hilos de ese camino estrecho
que es
la propia vida,
pero
siempre habrá flor o trinchera, incluso piedra
donde
inventarse un templo
y
rezarle, a solas, a esa estrella
que nos
vistió el sueño inacabado.
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