Hace
tiempo que anhelo cosas improbables,
que me
visto con prisa
por si
en ese mismo instante
se
dejara caer un gorrión por el alféizar
anunciando
una aurora por sorpresa,
que camino
en círculos para no contemplar siempre
ese
instante blanco en que nacen los
cipreses
y
vomito luciérnagas con todas las resacas
No
recuerdo un momento en que la noche
fuera
noche tan sólo,
donde
un péndulo estuviera en concordancia
con mi sueño
y los sueños,
donde la
luna
solamente
fuera la mancha clandestina
que descubre
las huellas de los gatos.
Debe
ser
que
quedé a medio hacer
o me
pasé en la cocción de ese alfarero triste
que me
esculpió los párpados,
que no
aprendí bien aquella lección de geometría
donde
hablaban de las rectas
y miré
a la soledad a los ojos muchas veces
sin
temor a las estatuas de sal.
No lo
sé
pero
hay en mis labios un trino amordazado
que se
eleva hacia dentro
dejando
mudo al corazón por donde pasa,
una
sangre que tiembla muchas veces,
que se
oculta, se detiene otras
por el
miedo a perder sus iniciales
y morir
sin la extremaunción de las piedras.
De
veras que no entiendo
por qué
todas las brújulas se funden en mis dedos,
por qué
rezo a las palmeras del cuarto
donde
guardo el amor
o las
sonrisas,
por qué
la luz me llega en un ángulo distinto
en
donde un grano de arena
es
capaz de cobijar todo el hambre del mundo
o por
qué un beso me conserva su infancia
a pesar
de las décadas.
Con lo
fácil que sería dormirse en cualquier tren
con los
ojos vendados…
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