Está la
noche
y en
tus ojos grises se remiendan los sueños,
la
lluvia dice tuyo todo lo que nombra
mientras
te perfilo agónica
La
tormenta ciega y tus ojos grises,
celofán
de madrugada,
en la
herida abierta, en el deseo indomable,
en
todos los principios y las eternidades rotas,
en mi
cuerpo sediento de tu horizonte elíptico,
con su sol olvidado de sí mismo.
En el
asfalto un cielo mirándose los párpados
y en
los míos tu sonrisa amaneciéndose,
tu
espalda, calco de mi pecho,
y tu
voz en ese abismo
donde
el alma, finalmente, acaba por decirse.
Y este
poema que vuela desmembrado
sin
encontrar su sitio,
tus
labios imitando mi beso transparente
y las
manos
encendiendo
en los muslos la pira del desahucio.
Mientras
la lluvia cae,
despacio,
sobre
la veloz memoria de las olas.
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